A la hora de pensar en cómo nos comunicamos con nuestro entorno, las personas solemos poner el foco en qué decimos, cómo lo decimos y qué palabras utilizamos para ello. Sin embargo, a menudo olvidamos la capital importancia que tiene la escucha en todo proceso de comunicación. Si somos capaces de mejorar tanto nuestra capacidad de escucha como la sensación que transmitimos de que efectivamente estamos escuchando, los beneficios que obtendremos serán múltiples:
- Lograremos ser capaces de comprender mejor a las personas, y de tener más herramientas para poder detectar mejores cuáles son sus necesidades, tanto si nos las expresan verbalmente como si no
- Conectaremos mejor con las personas que forman parte de nuestro entorno y sentiremos que tenemos relaciones más sólidas y sanas.
- Crearemos climas de confianza y lograremos que las personas se sientan bien y cómodas hablando con nosotros
- Seguramente nos elegirán como interlocutores válidos para contarnos cosas que tal vez no cuentan a la mayoría de las personas
Para todo ello es importante que tomemos consciencia de qué debemos hacer y que no para ayudarnos tanto a nosotros mismos a ser mejores escuchadores, pero también para transmitir que lo somos.
A continuación, te dejo algunos elementos que podemos tener en cuenta a nivel de lenguaje no verbal para mejorar en la escucha empática.
Limita el movimiento
Las personas agradecen el tener la sensación de que estás ahí escuchándolas con toda tu intención. Y contribuirás a esa sensación si intentas no excederte en lo que a movimientos de tu cuerpo se refiera: mover agitadamente una pierna, darle vueltas a un bolígrafo compulsivamente, jugar nerviosamente con tu anillo, etc.
Existen mil razones por las que puedes hacer estos gestos, pero si intentas limitarlos seguramente harás que las otras personas se sientan más cómodas hablándote.
Gestiona correctamente el flujo de contacto visual
El contacto visual que establecemos con otra persona al dialogar con ella varía en función de si estamos hablando nosotros o no. Lo normal es que abarque un 60% del tiempo cuando hablamos nosotros y un 40% cuando escuchamos, aproximadamente. El tiempo que no estamos mirando a los ojos de nuestro interlocutor lo empleamos en hacer miradas para pensar, recordar, controlar el entorno, etc.
Estos porcentajes no son siempre iguales ni exactos. Procura “leer” qué tipo de intercambio de contacto visual te propone la otra persona para sentirse cómoda, e intenta correspondérselo si lo que quieres es que la otra persona se sienta más cómoda hablándote.
Ten en cuenta tu orientación siempre
Uno de los mayores indicativos que tenemos para utilizar el cuerpo a la hora de expresar nuestro interés por aquello que nos rodea es como nos gestionamos a nivel de orientación. De manera más o menos consciente, las personas tendemos a orientarnos hacia aquello que nos genera algún tipo de positividad, y evitamos hacerlo hacia aquello que nos genera negatividad.
Esto es algo que las personas suelen percibir, ya sea a nivel consciente o a nivel inconsciente. Por ello ten siempre en cuenta que una de las mejores cosas que puedes hacer para que tu interlocutor se sienta cómodo hablando contigo orientación hacia él, principalmente el torso.
No seas la típica persona que recibe en su despacho a alguien y ni aparta su mirada de su ordenador ni se gira hacia el que acaba de llegar. Oriéntate hacia esa persona y fíjate en su rostro para que se sienta recibido por ti.
No te apresures en empezar a hablar cuando la otra persona acabe su discurso
Vivimos en una sociedad en la que se premia el ingenio y el contestar rápido cuando alguien nos ha dicho algo. Una sociedad en la que los silencios tienden a ser incómodos. Por eso, es una práctica muy habitual el empezar a hablar inmediatamente después de que alguien haya terminado su turno. Hacer esto puede llevarte a que la otra persona tal vez se vea apremiada en terminar de hablar o que no se sienta lo suficiente cómoda para expresarse con tranquilidad.
Por eso hay algo que puedes poner en práctica desde ya.
Sobre todo, en una conversación en la que tengas especial interés en obtener información de la otra persona, deja pasar siempre uno o dos segundos, entre que termina ella y empiezas tú hablar. En ocasiones, esto puede generar un pequeño silencio, incómodo en tu interlocutor, que a menudo decidirá llenar con más palabras, más información.
Una información que tal vez de manera consciente, había decidido primero no decirte.
Puedes hacer ver que por ejemplo estás tomando notas o pensando tu respuesta mientras miras a sus ojos en ese segundo.
El móvil
Vivimos en una era en la que siempre tenemos a mano el teléfono móvil.
La manera en que lo guardas o no cuando hablas con alguien, es toda una declaración de intenciones que impactará en mayor o menor medida en lo que la otra persona piense de ti en cuanto a tu nivel de escucha.
Dejar el móvil cerca boca arriba encima de la mesa es decirle a la otra persona que seguramente si te entra un mensaje o una llamada vas a dejar de escucharle para mirar el móvil. Dejarlo bocabajo puede parecer una opción mejor, pero al fin y al cabo el teléfono sigue estando ahí.
Por todo ello, una de las mejores decisiones que puedes tomar cuando hablas con alguien, es de manera consciente, no dejar tu teléfono a la vista.
En resumen, ten en cuenta siempre que casi siempre decimos más sin decir que diciendo, y ahí tu lenguaje corporal jugará siempre un papel determinante a la hora de transmitir qué tanto estás escuchando o no a tus interlocutores.
Más allá de lo que realmente te genere en ese momento escuchar a alguien, ten en cuenta que te ha elegido a ti para contártelo por alguna razón, y si tienes interés en que esa persona o personas sigan escogiéndote, lo mejor que puedes hacer es demostrarles que estás escuchando.
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