Una entrevista, o un proceso de selección, es la vía elegida la mayoría de ocasiones por las empresas o centros contratadores para conocer cómo es realmente un candidato a un puesto. Y así comprobar, o todo lo contrario, que la información recibida de antemano es veraz.
Por ello, en una entrevista serán de capital importancia las habilidades del candidato. Cómo es su oratoria, cómo son sus habilidades de comunicación y sus habilidades sociales. Cómo expresa, explica o ejemplifica todo aquello que, por ejemplo, refleja su CV. Y, por supuesto, en todo ello el lenguaje no verbal, la comunicación no consciente, será un elemento capital.
La mayoría de las ocasiones las personas que van a ser entrevistadas ponen todo el foco en preparar qué dirán, qué palabras utilizarán y cómo irán estructurando sus respuestas. Y corren el riesgo de no ver y preparar qué dice su lenguaje no verbal y qué comunica de ellos. Si les ayuda o no. Si puede ser congruente o no con lo que dicen. Puede ser un gran error, ya que, en muchas ocasiones, y una entrevista puedes ser una de ellas, el lenguaje.
Empecemos por el principio. Sería un error preparar una entrevista solo desde el lenguaje no verbal, o principalmente a partir de él. Lo más importante, y muchas personas que me piden ayuda en este sentido a veces parecen olvidarlo, es prepararse la entrevista en sí. Practicar qué dirás y cómo te explicarás cuando te hagan la típica pregunta de “háblame de ti”. O la de “por qué deberíamos contratarte” o “cuál ha sido tu mayor momento de crisis o tu mayor problema en tu vida laboral y qué hiciste para solucionarlo”.
Ensaya ante el espejo o, muchísimo mejor, grábate y mírate desde fuera. Es la mejor manera de ver cuáles son tus áreas de mejora y qué podrías cambiar. Por mucha vergüenza que te de grabarte y verte, piensa que es infinitamente mejor hacerlo tú y tener la oportunidad de corregir errores, a que sea tu entrevistador quien vea todo aquello que tu podías haber cambiado y mejorado de antemano por tu cuenta (y/o con la ayuda de alguien experto en comunicación).
Una vez todo esto esté trabajado, seguramente esa preparación te dé una confianza y seguridad que derivará en lenguaje no verbal más seguro también y convincente en la mayoría de las ocasiones. Y a partir de aquí sí que es un buen momento para poner el foco en el lenguaje no verbal (puede hacerse a la vez que se prepara y estructura la entrevista también).
Si te fijas y cuidas tu lenguaje no verbal tendrás un doble beneficio:
- Te hará sentir más seguro y confiado. Tener seguridad en tu lenguaje corporal deriva siempre en una mejora del estado de ánimo y grado de confianza de la persona.
- Lo proyectarás en tu interlocutor.
Y es que el impacto que tu lenguaje no verbal puede tener tanto en ti como en la persona que te entrevista puede empezar incluso antes de que comience la entrevista en sí.
En muchas ocasiones, tanto la primera impresión que das como la manera en la que te levantas y te diriges al entrevistador cuando viene a tu encuentro puede condicionar la percepción que se harán de ti. Para bien o para mal.
Procura que la imagen que transmites sea congruente con el lugar en que te encuentras y las personas que forman parte de él. Tu ropa y tu rostro son dos de los tres elementos que más condicionan una primera impresión, junto con tu manera de andar. Las personas a menudo sacamos conclusiones, justas o no, sobre quiénes vemos con base solo a estos tres elementos. Y podemos incluso atribuirles cualidades, positivas o negativas, basadas en estos impactos. Y que el trato que dispensemos a estas personas esté condicionado por esto. Seguramente tú mismo no pondrías la mejor de tus sonrisas si entras a un bar o restaurante con prisa, con solo cinco minutos para desayunar, y la persona que viene atenderte lo hace con andar, cansino y arrastrando los pies.
Procura ir al encuentro de quien te entreviste con paso firme y decidido, evitando posturas encorvadas, y haciendo un buen contacto visual. Sonríe si la otra persona te sonríe.
Deja que te digan dónde sentarte y pide permiso si quieres, por ejemplo, colgar tu chaqueta en una percha o dejar tu maleta o mochila en la silla de al lado. Siéntate evitando hacerlo en la punta de la silla. Ocupa con naturalidad tu espacio (pero en su justa medida, claro). Sitúa siempre tus manos encima de la mesa y procura adoptar posturas que te hagan ver más pequeño.
Ten siempre presente a tu interlocutor, y transmite un lenguaje no verbal que te beneficie cuando sea él quién está hablando. Las demás personas siempre agradecen que las escuchemos con atención. Por ejemplo, asintiendo ocasionalmente con la cabeza, y poniendo toda nuestra atención en ellos (evita por ejemplo estar dándole vueltas a un bolígrafo, o agitando tu pierna, etcétera).
Fíjate también en qué trasmite tu entrevistador a nivel de lenguaje corporal. Qué distancia adopta, qué tanto hace contacto visual contigo o qué tanto se mueve o gesticula. Encontrando siempre un equilibrio con quien tu eres y como te mueves, ten siempre presente que las personas se sentirán más conectadas contigo y con un mayor vínculo si “hablas su idioma”. Ponerte a su mismo nivel en cuánto gestión de distancia, movimientos, contacto visual, gesticulación, etcétera, seguramente activará sus neuronas espejo y por tanto la percepción que esa persona se haga de ti. Todo ello debe hacerse de manera sutil y en su justa medida. Por eso es capital antes haberse entrenado con un profesional.
En conclusión, ten en cuenta siempre el lenguaje no verbal como un elemento más (y de gran importancia) en la preparación de tus entrevistas o procesos de selección. Pero también en todas aquellas situaciones en las que tu manera de comunicar y relacionarte con tus interlocutores puede condicionar y decantar el resultado de esa interacción hacia un lado u otro.
0 comentarios